De dos en dos

A menudo no somos conscientes de cómo las palabras que usamos no solo nos permiten comunicarnos, sino que también moldean la forma en que entendemos el mundo que nos rodea. Wilhelm von Humboldt, uno de los lingüistas que vimos en esta materia, nos decía que el lenguaje es, además de un reflejo de la realidad, una herramienta activa para interpretarla y darle forma. Esta idea nos invita a pensar en cómo los matices del lenguaje, incluso los más pequeños, influyen en nuestra percepción de las relaciones humanas. En algunas lenguas, existe una estructura gramatical conocida como el “dual”, que se usa para referirse a dos personas o cosas, subrayando que entre ellos existe una conexión. Aunque a simple vista, el dual puede parecer una simple categoría como otra cualquiera, lo cierto es que tiene un más poder del que creemos en la forma en que entendemos nuestras relaciones cotidianas.


El dual es una característica gramatical presente en algunas lenguas, como las de ciertos pueblos aborígenes de América o en el griego antiguo, y se utiliza específicamente para hablar de “dos” de forma distinta a lo que usamos en los idiomas mas hablados como el español o el francés. Esta distinción enfatiza la relación entre los dos elementos, casi como si fuera una forma de reconocer la interdependencia y la cercanía. Mientras que en muchas lenguas modernas no existe una categoría exclusiva para hablar de “dos”, las lenguas que mantienen el dual nos invitan a reflexionar sobre cómo concebimos las relaciones humanas: no simplemente como la coexistencia de individuos separados, sino como la interacción constante y el vínculo entre ellos.


Al profundizar más sobre el dual, vemos que su uso tiene que ver con la forma en que las personas se perciben entre sí. En algunas lenguas, el dual es una forma en la que se marca esa cercanía especial entre dos elementos, como si fueran un solo conjunto que se construye entre ambos. En este sentido, nos hace pensar que el lenguaje no solo describe nuestras relaciones, sino que también las define, las hace más concretas. Si me pongo a pensar en como me siento cuando hablo de mis mejores amigas o de mi pareja, la forma en que las menciono marca la importancia del vínculo entre ellos, pues no es lo mismo hablar de ellas que de personas con las que no soy tan cercana. Si empleáramos una forma gramatical como el dual para referirnos a “nosotras dos”, sería una forma de destacar esa conexión única que hay entre las dos personas.


Lo curioso es que, al no tener una estructura como el dual en muchas lenguas modernas, perdemos esa posibilidad de señalar con claridad la cercanía en nuestras relaciones. En lugar de enfocarnos en la conexión entre dos elementos, nos limitamos a hablar de ellos como entidades separadas, lo que puede reflejar una visión más individualista del mundo. Esto se ve reflejado en cómo vivimos nuestras relaciones cotidianas, donde la autonomía y la independencia son cada vez más valoradas. El lenguaje juega un papel importante en este cambio cultural, porque las palabras que usamos influyen íntimamente en cómo pensamos sobre nosotros mismos y los demás.


En este sentido, las ideas de Humboldt tienen una relevancia increíble. Él sostenía que el lenguaje no solo refleja el pensamiento, sino que lo moldea. La ausencia del dual en muchos idiomas podría ser vista como un reflejo de un cambio en la forma en que concebimos nuestras relaciones, las cuales están más centradas en el individuo que en la conexión profunda entre las personas. Sin embargo, al mismo tiempo, pensar en el dual nos ofrece una manera de recuperar una visión más conectada y solidaria de nuestras interacciones, algo que no solo enriquece el lenguaje, sino que también puede fortalecer nuestras relaciones interpersonales. Si nos detuviéramos a reflexionar sobre la interdependencia que el dual resalta, podríamos ver nuestras relaciones de pareja, amistad o trabajo como algo más profundo, donde el vínculo entre los individuos es tan importante como su individualidad.


Aunque no usemos el dual en nuestro día a día, las ideas de Humboldt nos invitan a pensar en cómo el lenguaje tiene el poder de moldear nuestras percepciones y, por ende, nuestras relaciones. Quizás, al ser más conscientes de cómo las palabras nos conectan y nos definen, podamos dar un paso hacia una forma de comunicación más rica, más conectada y, sin duda, más humana. Al final, el lenguaje es nuestra forma de construir el mundo y las relaciones que queremos vivir.


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